domingo, 31 de octubre de 2010

¿Mañana?

En el primer silencio de la espera
se dibujó mi rostro en tu cintura
y un ángel con alas de dulzura,
paloma de nácar florecida
con un pincel de bruma adormecida,
dibujó el color de mi llanto en tus pupilas.

Yo nada pedía ni nada conocía…
venía desde el cielo de la infancia de las aves,
hoy…deshojado gota a gota en el abismo
de tu sueño sin frontera me pregunto:
¿Qué fuego iluminó primero el espejo de tu angustia?
¿fue trigal de luz o campo yermo?

Tú sabías que la flor dormía en tus entrañas,
que aquel jazmín de luna al amparo de tu sangre,
ya conocía las sombras, el silencio, tu sonrisa,
el sabor agreste del ocaso y el milagro simple de la brisa.
Fui conociendo el color del universo,
supe de la lluvia y su temblor de melodía

Mientras mi sueño transitaba por tu sangre;
y eras toda ilusión, toda pradera
hasta que el río puro se deshizo
en un lejano silencio de cristales,
ahogando en el almíbar de tu boca
al duende azul que acunaba tu vigilia…

Presentí de pronto el retorno de la noche
sin saber aún lo que era el día,
perdí el camino hacia la infancia de las aves
y fue mi llanto música de estrellas sin distancia;
busqué refugio en el quieto remanso de tus labios
y fui náufrago inútil en mi propia nave…

¡Y fue entonces que supe, también, que mi ternura
jamás tendría nombre ni sepulcro!
¡Tengo miedo y quisiera repetirte: “no arrojes
tu paloma al río seco, quiero verte y saber
de tus caricias…pero me falta la voz y ni siquiera
tendrás tiempo de enseñarme las palabras,

Rosario claro que recrea el universo
nombrando el milagro de los seres,
para pedirte – Madre – que mes la mano
cuando me asome a la vera del Silencio…!

Seré luna sin noche en tu recuerdo,
se congeló en ternura de nácar la promesa
en la ciega fragancia de tu vientre, y no sabré jamás
lo que es dolor ni muerte, ¡porque tu mano silenció
mi Canto y me arrojó desde tu tibia cuna
hacia un eterno ocaso sin soles y sin lunas…!